En solo dos semanas, La Quiaca pasó de expresar su aspiración a que la Manka Fiesta sea Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, a ingresar formalmente en el circuito que conduce a la UNESCO. No fue casualidad ni viento a favor: fue gestión concreta, decisión política y trabajo técnico entre el intendente Dante Velazquez, la Secretaría de Cultura y Turismo y una comunidad que comprende que cuidar sus raíces es también proyectar su futuro.

El contexto nacional no acompaña. Argentina ni siquiera tiene embajador ante la UNESCO, un vacío que, en otro momento histórico, habría frenado todo intento. Pero La Quiaca decidió no esperar: mientras otros aguardan señales desde Buenos Aires, el municipio comenzó el camino administrativo y cultural que exige una candidatura de esta dimensión.

Hoy la Manka Fiesta ya tiene número de resolución, expediente oficial y TAD registrado. No se habla de un plan para después: la postulación ingresó oficialmente al sistema del Estado argentino. Con esa base, CAPCI y CONAPLU —los organismos que vinculan al país con la UNESCO— ya revisan el material quiaqueño, sugieren correcciones y proponen ajustes metodológicos.

Las observaciones no fueron un freno, sino un aval. Si hay correcciones es porque el expediente está siendo estudiado; si hay ajustes es porque el camino está vivo. La gestión Velazquez entendió que el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad no se alcanza con declaraciones, sino aceptando estándares internacionales, revisando cada documento y fortaleciendo cada evidencia histórica. La Secretaría de Cultura y el equipo de prensa municipal fueron claves para lograrlo: las imágenes, los videos, los textos y la reconstrucción histórica fueron calificados como “sólidos y bien fundamentados”. Que existan sugerencias no debilita el trabajo: confirma que La Quiaca ya entró en la mesa grande de las políticas culturales.

La comunidad, por su parte, aporta lo irremplazable: legitimidad. Artesanos, familias, músicos, bailarines y referentes barriales sostienen una fiesta que no se fabrica en papeles, sino en identidad viva. Sin ellos, el expediente sería solo un trámite; con ellos, se convierte en un manifiesto de pertenencia. Cada observación que llega desde Buenos Aires no es un freno: es la prueba de que la Manka Fiesta está en análisis serio y que merece revisión de especialistas. En una Argentina donde muchas ideas mueren en un escritorio, La Quiaca empuja, insiste y avanza.

La ciudad ya realizó el movimiento más valiente: dejar de esperar que otros decidan por ella. Velazquez, junto al equipo técnico y la comunidad saben que si la Manka Fiesta quiere ser patrimonio global, primero debe ser prioridad política en su propia tierra. El mundo observa, y La Quiaca ya eligió su rol: no espectadora, sino protagonista.

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